Día de la Felicidad. Para pensar la felicidad, ¿qué es lo que a vos te hace vibrar alto? ¿Qué te pone contento?
¿Cómo te sentís cuando abrazás a tu pareja? ¿Cómo sos cuando tus hijos, tus sobrinos, te
abrazan? ¿Qué sentís cuando cerrás los ojos y recordás cuando algo te salió como a vos te
gustaba?
Eso lo podés hacer todo los días para conectarte con vos.
Imaginate un lago que está quieto y cae una gota y empieza a generar círculos concéntricos.
Esos círculos son expansiones que surgen desde lo más central: cómo te querés a vos mismo, de qué manera te tratás, cuán enamorado admitís que estás de vos:
en cómo amás, en cómo te dejás amar, en cómo sorprendés a las personas que querés, los
rituales de sorpresa. Ver la felicidad en los ojos de los demás, te genera felicidad.
Cuando te sentís feliz, irradiás felicidad.
Fijate la diferencia entre el estado de malhumor, porque dormiste mal, y escuchás las
noticias, y el calor, y la inflación, y llegás al trabajo y llegás con esa energía y todos se
callan y miran hacia abajo, y el estado cuando te despertás y te tomás unos minutos para
vos, no abrís el whatsapp, no te metés inmediato a la agenda de los demás, y en cambio
sentís gratitud. Te das cuenta de cómo te sentís, antes de salir disparado.
En boca cerrada no entran moscas, y en estado de gratitud no hay temor, no hay estrés.
Para estar centrado, hacé rituales.
Los rituales: acciones consistentes sostenidas en el tiempo.
Dedicados a cuidarte lo más valioso que tenés: que es vos.
Las personas que están alrededor tuyo que sonríen cuando te ven bien, es un impulso de felicidad que te sirve para todo el día.
Que te sirva para el trabajo y para la vida. Porque lo que pasa de bueno en el trabajo, tambíen lo llevás a tu casa.
Hay algo adentro nuestro que es una perilla. Si te animás a cambiarla, a través de animarte a accionar masivamente, con rituales, adueñarte de tu magia, de tu capacidad de hacer lo que te hace bien.
Bailá. Si te da verguenza, apagá la luz.
Mirate bailar. Escuchá gente que se ríe. Reíte en el colectivo, en el subte. Fijate qué le pasa a las personas que están alrededor y no te conocen.
Imaginate lo que le pasa a tu familia si te ve reir. La manera de cuidarnos de los hechos que no podemos controlar, que son la realidad externa, es cuidar el centro. Siempre las cosas de afuera afectan, pero la confianza intena, silenciosa, se mantiene firme como un roble, cuanto más practicamos los rituales que nos hacen sentir bien.
La postura del superhéroe, dos minutos, con los brazos en jarra, manos en la cintura, con
las pieranas más abierta, mentón alto, cerrando los ojos y respirando suave, como si no
quisieras mover los pelos de la nariz.
Esa esa la calma que está siempre.
Así deberíamos respirar siempre. Un suspiro de alivio y placer cuando te acordás durante esos dos minutos que estás en control, cuando te acordás los momentos en donde conseguiste lo que buscabas en otro momento.
Esa postura baja el cortisol, que es la hormona del estrés o de la antifelicidad, y sube la
testosterona, que es la hormona que nos dá fuerza para hacer y concretar lo que nos gusta.
Pero sobre todas las cosas, esa postura nos permite tomar mejores decisiones, y una mejor
decisión deriva en un momento de felicidad.
Uní distintos momentos de felicidad. No me creas. Comprobalo.
Otra excelente Columna del Dr. Santiago Dayenoff – Executive Coach y Especialista en Psiquiatría. Médico, psiquiatra, psicoanalista, actor, instructor de mindfulnes y pilates.
También leé:
Podcast de Santiago Dayenoff (No pertenecen a Revista G7):