Del mito de Caín y Abel a Messi y Ronaldo.
El crimen de Caín
Según el relato bíblico, Caín y su hermano Abel presentaron sus sacrificios a Dios en sus respectivos altares; al verlos, Dios prefirió la ofrenda de Abel (las primicias y la grasa de sus ovejas) a la de Caín (dones de los frutos del campo), Caín enloqueció de celos y mató a su hermano. Después de esto, volvió a sus cultivos. Al ser interrogado por Dios acerca del paradero de su hermano, Caín respondió «¿Acaso soy yo el custodio de mi hermano?». Del mito de Caín y Abel a Messi y Ronaldo.
El castigo de Caín
Sabiendo Dios lo que había ocurrido, castigó a Caín condenándolo a vagar por la tierra; pero le colocó una marca particular para preservar su vida ante los habitantes de la tierra. En su peregrinaje Caín llegó a la tierra de Nod donde edificó la primera ciudad a la cual llamó Enoc, por el nombre de su hijo.
Citar un relato bíblico para hablar de las rivalidades, de los celos, de la competencia, me resulta un ejemplo fundamental. Remontarse a un relato casi tan antiguo como la humanidad, nos permite ver que las rivalidades surgen desde momentos muy tempranos de la vida. Del mito de Caín y Abel a Messi y Ronaldo.
El mito nos permite ver que la rivalidad está generada por una tercera parte: el padre de Caín y Abel. Cuando ambos presentan sus sacrificios, el padre debe elegir, y la respuesta que genera en Caín por los celos de la elección del padre, lo lleva a tomar un acto impulsivo, surgido desde emociones muy internas y profundas que escalan hasta el momento del nacimiento. Esa intensidad lo aleja de su capacidad de modificar día a día a través de la repetición como la madre de la virtud.
Entonces, ¿cómo convivir con los celos, una emoción que nos hace humanos?
Entender que los celos no surgen únicamente en el momento en que son experimentados por un hecho puntual, sino que se remontan a momentos de la vida en donde una persona se puede sentir más o menos querida, más o menos elegida por los progenitores.
El sacrificio en el caso del mito, puede estar representado en una competencia deportiva, por los logros obtenidos, pero también por la aceptación y por los premios que son entregados.
Aquí está la subjetividad como un hecho insoslayable. Aún cuando es de forma democrática y por votos, la subjetividad siempre está activada en quienes votan, porque de algún modo la elección la están haciendo atravesados por sus propias vivencias de celos y de reconocimiento por los padres, maestros, entrenadores. Del mito de Caín y Abel a Messi y Ronaldo.
Quien tiene hermanos, conoce bien esto. Pero quien es hijo único también lo conoce, porque siempre se encuentra una rivalidad.
Escalando un mito más arriba, el de Edipo, la competencia es con el padre. Pero en este caso Edipo desconoce que el padre es el padre.
Este desconocimiento es lo que nos permite entender de qué modo operan inconscientemente fuerzas prohibitivas y a la vez impulsoras. Lo que está prohibido pulsa para salir con fuerza.
Pero, ¿de qué modo se utiliza la fuerza?
Dependerá de procurarse medios propicios para poder hacer buen uso del impulso y de la fuerza, y que la medida en que nos sentimos reconocidos no sea más que una variable que nos lleva a mejorar. Siempre conviene elevar el estándar.
Esto es lo que se ve en los atletas Messi y Ronaldo: ambos tienen disciplina. No hace falta verlos jugar al fútbol para saberlo. Basta con ver sus estados físicos para darse cuenta que la disciplina es un MUST en sus vidas. Y que conducirse con una base de disciplina, les permite desarrollar lo que vienen haciendo desde que tienen uso de razón, la práctica deportiva.
Al estar firme con la disciplina, la competitividad se vuelve algo indispensable para mejorar, al revés un obstáculo que nubla las posibilidades y enturbia el autoestima. A través de la constancia de la disciplina, el desarrollo de las cualidades se optimiza.
Como dicen en distintas entrevistas, ambos aprenden de su “rival”, eligiendo mejorar como seres humanos, como atletas, como jugadores de fútbol, y en especial para armonizar la relación consigo mismos.
Esto es lo que quizá, Caín no pudo hacer cuando Dios eligió el sacrificio de Abel. El sacrificio es, en los tiempos mundanos, la disciplina que tenemos. Los rituales entendidos como acciones consistentes sostenidas en el tiempo. Sobre las cuales se construye y desarrolla el bienestar.
Otra excelente Columna del Dr. Santiago Dayenoff – Executive Coach y Especialista en Psiquiatría
Foto portada: lospleyers.com