Si se busca la definición del vocablo «político», probablemente surja el nombre de Sergio Massa.
Su figura es una de las más presentes, relevantes y constantes en las últimas dos décadas de la escena nacional.
Hoy tiene a cargo el rumbo económico del país, al cual llegó en plena crisis monetaria y política, calmando las aguas un tiempo, para luego volver a remar contra la ola inflacionaria, el dólar múltiple, la sequía, y un largo etcétera.
Pero Massa resiste: es un trabajador de la política, un gestor, un soldado que intentó hacerse general y volvió a la retaguardia para reunir fuerzas.
Sergio Massa. Su vida es política, su familia es política, su club de fútbol es política, su carrera es política; sus relaciones, sus ambiciones y su persona también.
Con encantadora juventud, Sergio Massa formó parte de una renovación dirigencial post 2001, acercándose a quien debía acercarse, quedando asociado a los mejores años del kirchnerismo.
Desde el carisma, los cargos y, sobre todo, las redes personales, forjó una carrera que lo mantiene en las escenas principales de la dramática política nacional.
Sergio Massa fue sangre nueva, vasallo, traidor, adalid de la seguridad, panqueque, conciliador y salvador. Cambios tan bruscos solo pueden superarse con destreza política.
Libertarios eran los peronistas
Desde muy joven, Sergio Massa camina entre grietas: nació zanjando la división italiana entre el norte y el sur.
Sus padres, Luciana Cherti y Alfonso Massa, llegaron desde ambos extremos del país europeo, para muchos irreconciliables.
Bajo educación fuertemente católica, comenzó a militar en el partido más emblemático -al menos en las últimas décadas- de la corriente liberal en Argentina: la Unión del Centro Democrático (UCeDé).
Mientras estudiaba Derecho en la Universidad de Belgrano, se acercó a la facción liberal que promovía la unificación con el peronismo.
Corría la década de 1990, cuando el menemismo transformó al PJ en el hogar favorito de los liberales.
De esa unión surgió el Massa peronista, quien -todavía viviendo en San Martín, su partido de nacimiento-, se acercó al histórico dirigente provincial Luis Barrionuevo.
Sangre nueva en arterias viejas.
El viaje dirigencial partió desde el Ministerio del Interior y luego pasó por Desarrollo Social, siempre impulsado por el sindicalista gastronómico.
En el segundo de sus cargos, ofició como asesor de «Palito» Ortega. Las redes habían comenzado a tejerse.
Un matrimonio políticamente amoroso
En 1999 participó de sus primeras elecciones: se convirtió en diputado provincial con solo 27 años.
Felipe Solá lo etiquetó como “el más rápido, el más inquieto y el más ambicioso” de su camada.
En los años del Argentinazo y del «que se vayan todos», Sergio salió ileso.
Todavía era joven y no solo no se fue, sino que ocupó parte del vacío que dejó la bronca popular en los puestos de poder.
Por aquel tiempo, Sergio Massa contraía matrimonio con Malena Galmarini, hija del dirigente peronista Fernando «Pato» Galmarini, ex diputado, ex Secretario de Deportes de la Nación.
Era el impulso final que su carrera necesitaba para despegar; una carrera, hasta ahora, sin metas visibles. O tal vez con una: el sillón presidencial.
Pero después de la gran crisis, Sergio se sentó al frente de la Administración Nacional de la Seguridad Social (ANSES).
Ya bajo presidencia de Duhalde, muy cercano a Galmarini, se encargó de manejar los fondos jubilatorios de los argentinos, tal vez su primer puesto de gran importancia.
Como en el Ministerio de Economía actual, Massa llegó a la ANSES en plena crisis: corralito, default y el desafío de pagar a los jubilados, uno de los sectores más vapuleados durante los años ‘90.
No obstante, salió más que airoso: su gestión fue ratificada por Néstor Kirchner en 2003 y se destacó por conseguir 10 aumentos consecutivos para las jubilaciones mínimas, además de modernizar el sistema de gestión. Se mantuvo en el cargo hasta 2007.
El Gran Hermano en Tigre
En 2001 se estrenó la primera edición de la franquicia holandesa Big Brother en Argentina, en referencia al «Hermano Mayor» de George Orwell.
Fue un éxito sin precedentes, y la primera vez que muchos asumieron un mundo realmente vigilado.
Probablemente, la mayoría de las personas conozcan a Massa por su identificación con el municipio y el club Tigre.
Aunque nacido y criado en San Martín, Sergio irrumpió en zona norte durante los 2000 y decidió conformar su propia base política y electoral desde allí.
Después de dejar ANSES, se lanzó a la campaña por la intendencia del partido norteño.
Con el 46% de los votos, ganó y destronó a un viejo y querido partido vecinalista: Acción Comunal.
Pero su fundador y líder, Ricardo Ubieto, había fallecido en 2006, permaneciendo casi 20 años consecutivos en el sillón tigrense.
Era tiempo de recambio.
Massa llegó en la boleta del Frente Para la Victoria: primer triunfo de Cristina Kirchner, con Daniel Scioli como gobernador de Buenos Aires.
Su gestión es mayormente recordada por dos grandes hitos: la seguridad y los countries.
En cuanto al primero, instaló cámaras por todo el municipio, creó el sistema Alerta Tigre, con el que los vecinos pueden denunciar delitos al instante, y construyó el Centro de Operaciones Tigre (COT), una gran y moderna estructura de vigilancia donde los operadores pueden jugar al Gran Hermano real.
Massa tomó la bandera de un tema siempre latente en Argentina: la inseguridad.
Y lo hizo con acciones, presupuesto y efectividad, lo que pocos consiguen.
Al igual que en ANSES, digitalizó y modernizó el sistema para perseguir delincuentes con el último grito de la tecnología.
El foco, sin embargo, está en la prevención, no tanto en el punitivismo.
Los resultados numéricos le favorecen: una encuesta del Centro de Estudios Metropolitanos y la consultora Opina Argentina, publicada en 2018, reveló que la policía de Tigre tiene un 40% de evaluación positiva, mientras que la bonaerense solo el 25%.
Algo más concreto: los datos oficiales de seguridad de la Provincia de Buenos Aires registraron que el Departamento Judicial de San Isidro, integrado también por los partidos de Tigre, Pilar, San Fernando y Vicente López, tiene uno de los índices más bajos de delitos.
Para llevar a cabo esta política, Sergio se asesoró personalmente con la figura de la mano dura estadounidense: Rudolph Giuliani, ex alcalde de Nueva York y protagonista del programa «tolerancia cero».
El segundo hito en Tigre es recordado de forma menos feliz, excepto para los habitantes de Nordelta. S
ergio arrasó con todo lo que había por delante para convertir el Delta del Paraná en un espacio seguro y lujoso para los más pudientes.
Esto incluye vegetación, animales y personas.
En realidad, continuó una de las políticas mejor sostenidas por la clase dirigente argentina: la construcción de countries en la zona data de varias décadas.
Pero Sergio le dio gran impulso a través de su socio Jorge O’Reilly Lanusse, fundador de la compañía inmobiliaria más importante de la zona, Eidico S.A.
Además del contraste socioeconómico que los countries exponen fríamente en Tigre, son también criticados por tapar humedales necesarios para el desarrollo natural de la región, humedales que drenan el agua para evitar inundaciones.
Claro que, cuando hay crecidas, los barrios que se inundan no son los de Nordelta.
La jefatura express pero intensa
Massa fue intendente de Tigre entre 2007 y 2013, pero en el medio se tomó un año de licencia para ocupar nada menos que la jefatura de gabinete.
Fue a mediados del 2008, cuando Alberto Fernández renunció tras el conflicto con el campo.
Su tiempo en el cargo fue breve, aunque con otros dos grandes hitos que le brindaron apoyo político entre pares y entre votantes.
Envió al Congreso el proyecto de reestatización de Aerolíneas Argentina y apoyó la nacionalización de las AFJP, política impulsada por su entonces amigo, Amado Boudou.
Los tiempos de libre mercado y privatizaciones se habían convertido en tiempos de control estatal.
Pero en 2009, Sergio decidió volver al municipio y seguir forjando su base electoral.
A pesar de su ascenso y éxito al lado de los Kirchner, todo se rompió para el final de esa década y comienzos de la siguiente, cuando unos cables de WikiLeaks revelaron conversaciones de Massa con la embajada de Estados Unidos.
Los comentarios sobre el matrimonio presidencial no eran nada felices: “monstruo, psicópata y cobarde”, para Néstor; “sometida y cumplidora de órdenes”, para Cristina.
Así, Sergio pasó de futuro líder peronista a traidor.
Y en el movimiento surgido en los años ‘40, la traición no se perdona. O quizás sí.
El Grupo de los 8
En 2010 formó su propio partido: el Frente Renovador.
Con apoyo de varios intendentes bonaerenses desencantados del kirchnerismo, a quienes llamaron «el Grupo de los 8», decidió competir en el bastión peronista por excelencia: la provincia de Buenos Aires.
En las legislativas de 2013 asumió como diputado nacional y, en 2015, con su frente cada vez más fortalecido, se lanzó a la candidatura presidencial.
Una jugada que después catalogaría como apresurada.
Sin embargo, en aquel momento quedó en el medio de Cristina Kirchner y Mauricio Macri, con el 21% de los votos.
Ambos candidatos al balotaje buscaron su apoyo: a pesar de las raíces peronistas de Sergio, realizó guiños al “cambio” que ofrecía el PRO.
Un favor que el futuro presidente le devolvería tildándolo como su peronista favorito y llevándolo al Foro de Davos al inicio de su gestión.
Pero ese coqueteo se fue enfriando tan rápido como la gestión de Macri.
De la tercera posición a la primera
Para las elecciones legislativas de 2017 buscó nuevos apoyos: Margarita Stolbizer, Felipe Solá, Mirta Tundis y Daniel Arroyo, entre las caras más fuertes que conformaron el frente 1País.
Pero los resultados no fueron los esperados: con 11% de los votos, se quedó afuera del Senado, aunque consiguió cuatro bancas en Diputados.
Luego, buscó armar una base federal con apoyo de gobernadores del justicialismo tradicional, llámense Manzur, Urtubey, Schiaretti y Peppo.
Todo parecía marchar bien, hasta que abrieron el Facebook.
Sí, Cristina Kirchner usó esa red social para estrenar el video de auspicio a Alberto Fernández.
Nacía el Frente de Todos y el «traidor» arreglaba su regreso.
Siempre había permanecido cercano a Alberto, tanto en los encuentros como en los desencuentros con la familia Kirchner.
En este caso, no había demasiada opción, más aún considerando su bajo desempeño electoral post 2015.
El FDT ganó y Massa se acomodó como presidente de la Cámara de Diputados.
La conciliación, la pandemia y los superpoderes
La memoria de los últimos cuatro años está más fresca: pandemia, vacunación VIP -donde figuraron su padre y sus suegros-, IFE, guerra de Ucrania, FMI, dólar blue, inflación, Guzmán, Batakis, Sergio Massa.
En una gestión fallida y con una crisis incipiente, Sergio ofició de mediador entre el presidente y la vice.
Un rol que parece menor, pero que lo llevó a ocupar el ministerio de Economía con «superpoderes».
La unificación de los ministerios de Agricultura, Desarrollo Productivo y Ganadería y Pesca bajo la órbita de Economía, le dio a Massa un control casi total del manejo del ejecutivo sobre cuestiones de producción.
Al principio, contuvo la corrida y la crisis que había causado la salida de Martín Guzmán y el paso fugaz de Silvina Batakis.
Pero no pudo detener la inflación, un problema que afecta a todo el país desde varios frentes.
“Nos comprometimos, no nos quedamos en un lugar cómodo. Trajimos a nuestros mejores hombres y agarramos la papa caliente”, le dijo recientemente a Ernesto Tenembaum y María O’Donnell, otros que, según el imaginario popular, caminan entre las grietas.
En la misma nota, Massa explica la situación financiera del país como una tarjeta de crédito explotada por los gastos en IFE, subsidios y planes sociales, sobre todo durante la pandemia, aclarando que los ingresos se vieron afectados por la sequía.
¿Candidato 2023 o sostén de Todos?
Siempre se dice que el motivo principal de la ruptura massista con el kirchnerismo, además de los cables de WikiLeaks, fue su mala relación con la Cámpora.
Sin embargo, la conciliación de Sergio con el frente gobernante demostró una estrecha cercanía con Máximo Kirchner, referente principal del camporismo.
Ya al frente de Economía, se fueron juntos a China a buscar financiamiento en yuanes.
Massa camina desde siempre entre las grietas: se relacionó con Macri y con Cristina, con liberales y pro estado, con peronistas justicialistas y kirchneristas, con progresistas y conservadores, con estadounidenses y chinos.
El afán conciliador de su perfil político lo mantiene en puestos de poder hace ya dos décadas, pero no parece suficiente para llegar a Balcarce.
Asociado a una gestión más cercana al fracaso que al éxito, Sergio Massa discute con su partido -y con él mismo-, hacia dónde posicionarse de cara a las presidenciales del 2023.
«El futuro puede ser bueno o no dependiendo de la madurez de su dirigencia política», sostuvo en la nota.
Queda por verse si esa madurez le llegó a su figura electoral, apresurada en el 2015, según su propio criterio.
Para eso, deberá trascender las grietas y terminar de conformar su propia posición, llevarla de la siempre tercera a la primera.