Antonio Llambias, diseñador industrial y fundador de Valuarte, ha irrumpido en la escena del diseño argentino con una propuesta que desafía los límites entre arte y funcionalidad.
Nieto del escultor Carol Navarro Ocampo e inmerso en una familia donde el arte era conversación de sobremesa, Antonio nos recibe en su estudio speakeasy de Recoleta para hablar sobre su trayectoria, su visión del diseño y su relación con los materiales.

Tu historia familiar está atravesada por el arte y el diseño. ¿Cuándo sentiste que querías dedicarte a esto?
Desde chico estuve rodeado de arte. En mi casa se hablaba de corrientes artísticas como quien habla de fútbol.
Mi abuelo, mi madre, mi tía… todos estaban involucrados en el mundo del diseño y la creatividad.
Pero fue en la pandemia cuando decidí canalizarlo en Valuarte. Siempre supe que quería crear objetos con identidad y que contaran una historia.

Hablando de Valuarte, ¿cómo describirías su concepto?
No es una tienda ni un showroom convencional. Es un espacio de experimentación y curaduría.
Cuando entras, todo está pensado para generar una experiencia.
Desde la selección de piezas hasta el diseño del ambiente, todo tiene un porqué. Me interesa que los espacios tengan alma, que hablen del que los habita.

Tus muebles juegan mucho con la estructura y los materiales industriales. ¿Cómo fue tu acercamiento a ellos?
Siempre me atrajeron los materiales subestimados.
Me molesta que se diga que un material es «noble» y otro no.
Trabajo mucho con acero 10 10, un material industrial al que quiero darle una nueva identidad desde el diseño. La chapa plegada fue el punto de partida de mis primeras colecciones.
Es un juego entre lo pesado y lo liviano, lo frío y lo cálido.

Tus piezas tienen nombres propios, como si fueran personajes. ¿Cómo surge eso?
Cada pieza tiene una historia y un significado.
Por ejemplo, mi primera mesa se llamó «Jazmín», como mi hermana.
Luego vino «Feca», que rompe con la estructura tradicional de una mesa de cuatro patas.
Me gusta que los objetos tengan personalidad, porque no son solo muebles, son narraciones en sí mismos.
Sos un apasionado del equilibrio entre estética y funcionalidad. ¿Cómo lográs esa armonía en tu trabajo?
Para mí, el diseño no es solo una cuestión visual, sino conceptual.
Una silla tiene que ser más que una forma linda: debe ser cómoda, resistente y ofrecer algo nuevo.
Con «Quilla», por ejemplo, quise desafiar la estructura tradicional de una silla sin perder ergonomía. Diseñar es resolver problemas con creatividad.
¿Cómo ves el diseño en Argentina hoy?
Estamos en un momento de mucha efervescencia.
Hay una generación que no tiene miedo a mezclar disciplinas, a romper estructuras. Pero también creo que hay que tener contenido.
No se trata de transgredir por transgredir, sino de hacerlo con sentido, con una propuesta que aporte valor.
¿Qué viene para Valuarte?
Estamos explorando nuevas líneas y ampliando el espacio de exhibición.
Me interesa seguir experimentando con materiales y generar nuevas colaboraciones con artistas.
Quiero que Valuarte siga siendo un espacio donde el diseño se viva como una experiencia y no como una simple mercancía.
Antonio Llambias no diseña solo muebles; construye relatos visuales que combinan historia, concepto y provocación. En un universo donde la estética es un lenguaje, él lo habla con fluidez y rebeldía.
Valuarte
No es una tienda ni un showroom. Es un estudio speakeasy: si no tenés el dato, al pasar por la puerta de Sánchez de Bustamante 2338 jamás imaginarías lo que sucede adentro. Spoiler alert: todo está diseñado para sorprenderte. Desde la antesala, una declaración de principios te introduce al universo de Valuarte. Luego, en el primer piso, se despliega un espacio de trabajo e inspiración, accesible solo con cita previa, de lunes a viernes, de 10 a 18.
Las obras de arte continúan su recorrido en este espacio. Actualmente, exhiben piezas de nueve artistas, entre ceramistas, escultores y fotógrafos. “Curamos cada exposición y las renovamos cada cuatro meses, armando muestras colaborativas que mantienen vivo el espíritu del estudio”.
Por supuesto, aquí también residen sus piezas icónicas, esas que en cuatro años de desarrollo y perfeccionamiento dieron forma a su propia usina: una fábrica de muebles con identidad, pensada para revalorizar materiales que suelen quedar fuera del radar del diseño. “Me molesta cuando alguien dicta qué es un material noble y qué no. Por eso, agarro uno de los más industriales –el acero 10 10, que da nombre a una de nuestras colecciones– y lo resignifico desde el diseño. Así nació la marca. Mucho de lo que hacemos se corta a láser”, concluye Antonio.
Ph. Cortesía prensa. + Reel: Cortesia artista.