Como otros procesos tecnológicos que ya venían desarrollándose, el llamado criptoarte está viviendo su época de apogeo a causa del desembarco del COVID-19, en donde todos los procesos se aceleraron dado que los individuos debieron abandonar temporalmente el mundo físico y volcarse hacía alternativas presentes en el mundo digital.
El arte no fue ajeno a esta tendencia, sino que por el contrario, impulsó al modelo más
tradicional a adaptarse a esta modalidad y convivir con ella. En este contexto, Juan
Nelson, asesor de arte para Casa Saráchaga -casa de remates con más de 80 años
de experiencia- afirma que esta dinámica está creciendo exponencialmente y permite
la llegada a públicos cada vez más diversos: “Como toda novedad, al principio se
presentan muchas dudas e incógnitas alrededor de ella. El público más adulto tal vez
se mantenga más reticente y prefiera continuar adquiriendo arte de la forma más
tradicional; pero seguramente otro tipo de público, como el más joven, que antes no
se interesaba por este nicho, sienta curiosidad y en ese sentido vemos positiva la
convivencia de ambas formas de comercialización”.
Adicionalmente, los profesionales sostienen que el crypto es una inversión a largo
plazo. Para Bitex, empresa que brinda servicios financieros con la tecnología
Blockchain, “no todos los activos son los mejores en todo momento de la historia. Este
año los que más fuerza tuvieron fueron los NFTs” y reconoce en este tipo de
tecnologías como un activo más en la cartera pero con tres casos de uso: inversión a
largo plazo, resguardo de valor y liquidez internacional. Los mencionados NFTs se
definen como activos únicos (que no pueden imitarse), presentes en el mundo digital
y disponibles para ser utilizados como una unidad de intercambio, pero que no poseen
forma tangible en sí mismos.
Pero, ¿Qué beneficio encuentran los coleccionistas al comprar un NFT? Según los
voceros de Aura, una plataforma argentina de arte NFT, los compradores de arte
acceden a un amplio catálogo de obras en donde un artista argentino y uno de afuera
poseen el mismo valor. Además, pueden contar con un sinfín de obras sin ocupar
espacio en sus casas y reservarlas para hacer con ellas lo mismo que se hace con
una obra tradicional: se puede guardar, regalar o vender. Por otro lado, los artistas
reciben regalías por las ventas.
“Cualquiera puede tener la imagen pero no cualquiera puede comercializarla, el valor
reside en el NFT. Contar con una obra digital representa un diferencial, pero para
muchas personas, el proceso para acceder a un NFT puede ser complejo y eso limita
a la cantidad de gente que decide volcarse a este tipo de coleccionismo”, aseguran
desde Aura.
Si bien el arte digital no es algo nuevo, sino que nació a mediados de los años 60,
actualmente encontró la forma de poder venderse y continuará desarrollándose por
muchos años más. Pero, a su vez, continuará conviviendo con el coleccionismo
tradicional, dado que muchas personas aún aseguran que prefieren tener una obra
colgada en la pared de su casa.