«Chau Cachito Chau, vas a ser el campeón” Dice Gieco en un chamamé motivador, que a Rodrigo de la Serna a sus 5 años lo cautivó.
No creo que el autor se hubiese imaginado de la dimensión de este mensaje, o al menos en aquel pequeño niño hizo efecto.
Aquel niño al que puedo imaginar rebobinando su cassette, corroído por inquietudes y la pasión que lo llevaría años más tarde a ser, no solo uno de los actores argentinos más reconocidos, sino amado por quienes lo vemos en pantalla; aquel pibe del Bajo Belgrano nunca se subió al tren imaginario de la fama y el estrellato, y llega al bar con una sonrisa y su amada guitarra de estuche añejo, después de un largo día de prensa.
Rodrigo de la Serna lleva la fuerza en su nombre, así como en sus palabras: noble y talentoso.
La actuación llegó a su vida como una casualidad, y fue la más hermosa de ellas.
A fines de Agosto se estrenará “Yucatán”, película que filmó en España.
No mira televisión, prefiere las series, y dispara contra la Industria Hollywoodense y los estereotipos mediocres que tienen sobre los Latinos.
Comenzó rasgando la guitarra con canciones de rock, se lanzó a estudiar Milonga con Gustavo Mozzi y hoy se prepara para subir al escenario del Teatro Ópera y llevar la música tradicional de la sala a la calle “como corresponde” remata con convicción.
El Yotivenco nació en el 2005, y para el 2007 estaban tocando en el Torcuato Tasso “En esa sala tocaron los número uno… Y los números que veníamos por detrás. Nosotros somos aprendices y devotos, apóstoles de todos ellos.”
¿Cómo llegó la música a tu vida?
La música estuvo en mi vida siempre, mi madre es bastante melómana, mi abuelo lo era y mi vieja heredó todos sus discos.
Licenciada en Artes, ella tenía materias de música.
Fui gestado en Brasil, había muchos discos de música brasileña en mi casa, pero mi barrio era muy tanguero.
Bajaba a hacer las compras al almacén y estaba esta música.
El Bajo Belgrano, un barrio de casas bajas, de caballos, baldíos, tenía una fisonomía muy tanguera y esa atmósfera me envolvió bastante.
Tenía a mis primos que eran muy rockeros.
La primera vez que me agité mucho fue con Serú Girán, a los cinco años. Después Marley, Sumo, Los Redondos y siguió.
¿Y la actuación?
Con actuación empecé a los 12 años en un taller de teatro, hasta los 18, 19 años que fue lo que constituyó mi manera de actuar, ese potrero lo curtí ahí, en salitas pequeñas, clubes de barrio, actos de fin de año.
Yo iba a la Escuela del Caminante y tenía que elegir opcional un taller curricular, elegí periodismo pero estaba el cupo lleno, y me mandaron a teatro.
Fue la casualidad más hermosa de mi vida porque a partir de ese curso mi vida tuvo un sentido básicamente.
¿Qué música escuchás?
Hoy escuché mucho Tom Zé, que es un brasileño loco alucinante.
Me gusta mucho el jazz, la música brasileña, clásica, tango, el rock. Hasta ahí, hasta los ‘60 ‘80.
La música más ambiental o de maquinitas moderna no me gusta para escuchar.
Me siento bien si estoy en cóctel (risas) pero no es para contemplar, es para dejarse llevar, no la entiendo.
«Hoy todos son críticos, son francotiradores en las redes sociales. Es una cobardía el anonimato.»
¿Qué te parecen los proyectos tipo Tango Electrónico?
Hay cosas muy bien logradas, como BajoFondo que es alucinante lo que hacen.
Hasta Piazzola la cosa se podía decir que evolucionó, después aparecieron cosas más de ahora, hasta ahí se respetaba el ritmo 3-3-2 que estaba en la milonga, en el tango, en la música de América, en la costa ya sea el Caribe o el Atlántico que tienen una influencia africana y hay un patrón rítmico que se repite; ahora no está.
Es el “punchi punchi” que está atrás.
Sí se nutren de tímbricas y poéticas que tienen que ver con el tango, y sus instrumentos, esas atmósferas son rioplatenses pero el ritmo no, le falta esa pata.
Y también son estilos más comerciales…
El tango también siempre fue muy comercial.
De hecho cuando dejó de ser comercial dejó de sonar en las radios y se perdió continuidad o adoptó una estética un poco decadente; en los ‘70 un joven veía un tipo con peluquín, una estética un poco engolada y al otro lado un rock, y éste era más seductor.
Contame qué es el Yotivenco.
Ya es un colectivo cultural.
Te podría decir que es un grupo de amigos que tocamos la guitarra hacer 15 años, si.
Que somos un cuarteto de guitarras, también.
Pero el Yotivenco ya es un colectivo, hay una orquesta que toca con nosotros en los shows grandes, como fueron en el Teatro Astral, o como será en el Ópera que se viene el 15.
Hay una orquesta típica con arreglos de Pedro Kiszkurno, uno de los bandoneonista históricos que estuvo tocando con nosotros.
El Yotivenco en sus inicios funcionaba más con candombe había percusión, milonga con batería y percu que es algo muy raro, antes hacíamos canciones más milongueras con esa pata más rítmica.
Ahora sumamos coro de murga y tambores.
Es un grupo que ama profundamente la música que se desarrolló en estas tierras desde el año 1850.
Esa patria cultural de la que venimos y a la que hacemos referencia y este estilos criollos es un homenaje a todo eso, a esa diversidad de géneros: milongas camperas, ciudadanas, tangos, chamarritas, rasguidos doble, zambas, gato cuyanos.
Es una patria muy grande. Somos un grupo de amigos que busca conectar con lo sagrado de esas tradiciones.
¿Qué recordás de la primera presentación como músico?
Fue yo solo con la guitarra en un barcito, había dos personas.
Tengo un repertorio más de solista, de piezas Latinoamericanas, alguna que otra milonga.
Estaba re nervioso, pero ser músico se fue dando naturalmente.
De hecho me hice amigo de los integrantes del Yotivenco a través de la música.
Se fue dando naturalmente y hasta pasamos la gorra, yo ya era actor conocido y me veían ahí pasando la gorra, imagino pensarían “está sin laburo”.
Pero la pasaba tan bien con ellos, aprendía tanto.
Yo tenía esa cosa más académica pero me faltaba un recorrido, no tan para adentro, para mi solo, sino animarme a tocar para otros, siendo ya cuatro músicos en escena había que ser más preciso y la verdad que fue un aprendizaje maravilloso.
¿Qué relación encontrás entre el actor y el músico?
No hay una frontera muy clara entre el actor y el músico, por supuesto que el actor a la hora de subirse al escenario e interpretar un tango está. Cuando evoca esas poéticas y comunica, el actor ayuda mucho, no sólo vocalmente si atmosféricamente. Lo que pasa en el teatro es una atmósfera que se teje entre los que están arriba y los que están abajo del escenario y uno puede manipular eso también. El actor está al servicio de comunicar esas poéticas y el músico también está en el actor. En los personajes cada uno habla con melodía distintas, sus fraseos, su rítmica particular, por eso digo no está muy claro el límite entre uno y otro.
A ambas vocaciones me dedico apasionadamente, con compromiso.
«Hay personajes que llegan en un momento de tu vida que justo sirve de válvula de escape para un montón de cuestiones que te están pasando a vos.«
Y cuando llegó a tu vida aquel taller de Teatro ¿Había indicios de un actor en aquel niño?
Es muy loco porque llegué de casualidad y fue lo que me significó ser actor después, nunca más paré de actuar. Agarré algo que me gustó y no lo solté más. En mi familia no había antecedentes de actores o actrices en mi familia. Si veía películas, las de Jerry Lewis, que era como el Jim Carrey de los ‘60 y me volvían locos, o Benny Hill, Bugs Bunny me atrapaba esa cosa cosa más histriónica de esos tres que te nombro. Y como hacía reír a mis amigos y familia, me esforzaba por hacerlos reír más. Eso fue lo que cayó de rebote en ese taller y al profesor le gustó y le dimos para adelante.
¿Con qué personajes sentís que viró tu carrera?
Hubieron varios momentos importantes, haber trabajado en “Naranja y media” para mi fue muy importante, tenía 21 años, estaba haciendo escenas con Francella, Norman Brisky, Pepe Novoa; para mi fue una emoción muy grande trabajar con esos maestros. Después “Okupas” fue algo muy importante, ahí dejé de hacer personajes más humorísticos y fui protagonista por primera vez y comencé a interpretar cuestiones más dramáticas. En esa oportunidad pensé “no sólo puedo hacer comedia, además puedo ser protagonista de algo”, y también todo lo que vino con ese programa que fue artísticamente algo importante; por primera vez sentí que estaba participando en un evento artístico real, con contenido, profundo, estábamos convencidos de eso. Y cuando participas de algo así la primera vez es muy fuerte, no se olvida.
“Diarios de Motocicleta” también fue muy importante, a nivel Internacional, estuvo nominada al premio BAFTA, me acuerdo en el Orange Theatre, estábamos con Gael, cuando tiraron nuestra terna fue una ovación, y yo dije “wow! le gustó a los ingleses “(risas). Ganamos el Independent Spirit Award en Los Ángeles; fue una película que se vió en todo el mundo.
¿Hay personajes en los que te sentís más cómodo?
En verdad cuando me siento cómodo es cuando puedo darle rienda suelta a mi expresión, no sé con qué tiene que ver. No con una idiosincrasia particular; hacer de personas académicas me sale mejor que las no académicas, o las relacionadas a cuestiones sociales. Hay personajes que llegan en un momento de tu vida que justo sirven de válvula de escape para un montón de cuestiones que están pasando a vos, como para darle forma, son personajes que encausan una energía muy puntual. A veces es más como un éxtasis, un orgasmo o una angustia, soy muy visceral.
Lombardo obviamente, que no lo mencioné antes pero ahí sí que esa válvula explotó, fue muy divertido. Me inspiré en muchas situaciones, no agarré uno solo, hay muchas influencias. Esos personajes te permiten esa amplitud de registro, podés ser muy violento y cruel, y a la vez tan leal, tan fiel, tan emocional, sensible, una criatura con muchas aristas Lombardo, de las cosas más divertidas que me pasaron en mi carrera, sin duda.
Y respecto a la comodidad ¿Te asusta?
Si usamos bien esa palabra, la comodidad no es algo que venga bien, no lleva a buen puerto estar cómodo, más de media hora, salí, rajá.
«Hay que resistir desde donde uno pueda, si sos actor o actriz y te quedaste sin laburo, tenés que ponerte a hacer teatro donde sea, esa es la manera de resistir. «
¿Sentís miedos como actor?
Como actor no, justamente está bueno ser actor porque ahí es donde no tenes miedos, estás en los márgenes o bajo el contenido de leyes muy puntuales y claras que te marcan la actuación y ahí dentro podés hacer lo que quieras. Me da angustia a veces sentir que no estoy del todo libre, inspirado o concentrado para ejecutar lo que tengo que hacer, más que miedo, es angustia el sentirme delimitado.
¿Cómo es el proceso de armar un personaje?¿Qué es lo que podés aportar vos?
Siempre uno puede aportar en general. Hay directores que son muy precisos, muy puntuales. A Szifron no le cambies una coma porque él escribió el guión y sabe perfectamente dónde están y por qué. Es como a Shakespeare que no podes cambiarle ninguna palabra, no tiene sentido. Sí podés aportar desde otro lugar; hay directores más permeables y se copan más con esto de la co-participación o co-creación y hay otros que no. Yo siempre que puedo meto lo que puedo. Porque uno considera que puede aportarle algo al personaje, a la situación y demás. Si vos ves que no estás aportando nada decís hasta acá y listo.
¿Te importan las críticas?
El actor que diga que no, es mentira. Lo que sí me importa es saber tomarlas, saber leerlas. Hay que tener mucha distancia y mucho filtro con eso, con las positivas más a veces, esto de que te ensalsen de más. Hay que saber escuchar. Y las negativas te pueden destruir, si te agarra en un momento de tu vida complicado. Es raro el oficio del crítico, no? Una persona que se sienta una hora y opina de algo que por ahí uno estuvo trabajando meses. Es verdad que los buenos críticos tienen una cabeza preparada, son cultos y tenés un criterio desarrollado pero, qué oficio no? Y hoy todos son críticos, son francotiradores en las redes sociales, es una cobardía el anonimato. “Vamos a charlar, vení, decimelo en la cara”.
¿Cómo fue el proceso de creación de Matías Franco? Protagonista de “El Lobista”.
Ahí el guión me dió toda la pauta. No tengo contactos lobistas de ese nivel, pero si puedo reconocerlos fácilmente, los podemos ver en todos lados; acá en este café, en el poder; ellos están ahí. El guión está muy bien escrito. La realidad es que fue con observación y mucho estudio del guión que me daba pistas de cómo acciona Matias. Se mete bastante a fondo con cómo operan estos tipos, y básicamente es una persona con una ambición desmedida. Fue más que nada entregarme a ese guión y ponerme esos trajes. Y con esos compañeros también; Leticia que loca hermosa! Una actriz bestial, impredecible, tenés que estar muy atento a lo que propone permanentemente.
¿Qué te genera la Industria Hollywoodense respecto de lo que piensan de los Latinos?
Hollywood tiene negocios muy bien armados y así funcionan, y para ellos hay un concepto de Latinos. Un ejemplo claro es cuando a Drexler le dieron un Oscar y esa canción de un Latinoamericano la interpretó Antonio Banderas con Carlos Santana haciendo un solo de viola, y no es así. Para ellos Latino es todo eso, Caribe y México y tienen un estereotipo de esta cultura además. Y está mal, porque la cultura Latinoamericana es muy diversa, muy profunda, tiene muchos matices, entonces te da bronca porque te estigmatizan.
A mi me ofrecieron una vez laburar en Hollywood y literalmente el papel era un chico que bailaba salsa de noche y limpiaba baños de día, eso o un narcotraficante, no hay más.
¿Trabajarías para una propuesta en Hollywood?
Depende el contexto. Lo que me llegó a mi era un narcotraficante mexicano que tenía tanto poder que estaba por bombardear la Casa Blanca. Y no es una joda, parece, pero no. Vos hacés eso y estás operando en las cabecitas de millones de personas. Hollywood es un aparato muy poderoso. No digo que después de esa película puedan justificar una invasión a México para levantar un muro, pero sí estás colaborando con un imaginario que no corresponde. Esa vez no lo agarré, tal vez hoy te lo agarro no lo sé.
Rodri respecto a la situación actual que atraviesa la Cultura.¿Cómo crees que puede un actor o una actriz resistir a los obstáculos y no ser doblegado por una realidad?
Es un momento de mucho recorte, no sólo en la Cultura, sino en todas las áreas y todo lo que son pequeños y medianos emprendimientos están complicados. Hay que resistir desde donde uno pueda. Si sos actriz y quedaste sin laburo, tenés que ponerte a hacer teatro donde sea, esa es la manera de resistir. En la esquina, en la calle, alquilar una piecita, con compañeros, una salita (aunque sea clandestina por la habilitación). Pero creo que ese es el acto de resistencia que cada uno puede hacer desde su lugar.
¿Qué es lo que más te gusta de ser actor? Además de lo catártico que me contaste antes.
Que es una manera de autoconocimiento. Al principio es esa cosa patológica que tenemos los actores de querer ser reconocidos, vaya a saber uno por qué. Ese placer que te da el aplauso, que te reconozcan; eso patológico que tenemos todos los actores en algún punto. Es una hermosa herramienta para autoconocerse y auscultar también los vaivenes y las cuestiones más profundas de la humanidad, los grandes textos del teatro, planteos filosóficos, metafísicos. Una manera desde el cuerpo también, y del intelecto de entrar en esas dimensiones, preguntas que en definitiva sirven para hacérselas a uno mismo. Hermosa manera de crecer y desarrollarse como ser humano.
¿Qué vamos a ver en el Ópera el 15 de Junio?
La síntesis de un trabajo maravilloso de este colectivo que es el Yotivenco. Van a ver esa diversidad de estilos y compromiso con ese toque profundo que merece cada estilo, poniendo cuerpo, alma y mano a amasar y entretejer este repertorio maravilloso. Es un recorrido por la diversidad estilística y genérica de la música a la que hacemos referencia y es una gran fiesta popular. Pasa por todas las emociones ese repertorio toca todas las fibras. Y terminamos con los tambores en la calle, como corresponde. Llevando la cultura de la sala a la calle.
PH: @florcisnerosph
Make up: @LauGigena para @PerkesGandiniStudio
Agradecimientos @SantosVegaBar & @ThetStudio