Recientemente, la artista oriunda de Ramos Mejía, Buenos Aires, se convirtió en la primera argentina en recibir el prestigioso premio para jóvenes compositores ASCAP Herb Alpert Young Jazz Composer Award, entregado en el Jazz Lincoln Center por el legendario bajista Marcus Miller y la compositora contemporánea Alex Shapiro. En 2017 creó su octeto de jazz, en el que se desempeña como compositora, guitarrista y cantante. La acompañan talentosos jóvenes de la escena musical de Nueva York, como Tom Oren (1er lugar Thelonious Monk International Piano Competition), Tyrone Allen (Jerry Bergonzi, George Garzone, David Kikovsky, Rodney Green y Jazzmeia Horn), Eviatar Slivnik (Eli Degibri, Avishai Cohen), con quienes produce piezas que unen el jazz contemporáneo con diversos ritmos sudamericanos, canción y música de cámara clásica.
Actualmente, Martina reside en Brooklyn, donde se encuentra produciendo su primer EP. Allí, continúa su formación en composición y arreglos con los artistas Darcy James Argue y Guillermo Klein, y se abre camino con su octeto para lograr la residencia musical en Nueva York.
¿Quién es hoy Martina Liviero?
Creo que soy una música que se está buscando, descubriendo. Y estoy en un momento de muchas revelaciones personales, de entender muchas cosas y aceptar quién soy y qué caminos tomé hasta ahora.
¿En qué momento artístico sentís que estás?
Estoy tratando de pulir y entender mi rol como instrumentista dentro de mis composiciones. También tratando de entender el rol de la improvisación en la música que escribo. Entendí que dentro de una envergadura más escrita, en la que guío el porvenir de la música, quiero dejar lugar para que cada intérprete de mi banda agregue su personalidad e idiosincrasia. Se trata de generar un balance para lograr una narrativa musical interesante, bien pensada y diseñada; un trabajo similar al de un arquitecto, dando lugar a la expresión individual de todos los músicos. También estoy de a poco descifrando el lado de la logística y la planificación que conlleva tener una banda y liderarla. Eso no es poca cosa y es bastante complicado de llevar a cabo en el mundo de hoy.
¿Cómo fue evolucionando tu carrera?
Mi camino musical comenzó escuchando los discos que había en mi familia, especialmente de Los Beatles y una colección de música clásica que de casualidad tenía mi mama. A los 8, 9 años empecé a tocar violín y participar en la banda del colegio, lo que me motivo a ponerme seria con el instrumento y a empezar a estudiar en el conservatorio nacional, que forma parte de la Universidad Nacional de las Artes.
Ahí me formé como violinista clásica por unos años, participando de varias orquestas juveniles y ensambles de cámara. Sin embargo, en mi adolescencia mientras todavía estudiaba violín, empecé a tomar clases con Gonzalo Lopez di Muro, un gran guitarrista, que me hizo escuchar un disco de Pescado Rabioso y otro de Pat Metheny. Él me introdujo a la música de Spinetta, que es hoy una de mis mayores influencias, y al jazz. Así , muy de a poco, descubrí un mundo nuevo y una manera diferente de entender la música.
Cuando terminé la secundaria, me sentí muy desorientada. Sentí que no tenía la posibilidad de poder desarrollarme y perdí mi dirección. Viví unos años bastante oscuros; no sabía para donde encarar el estudio y no tenía confianza en mi misma para poder crecer. Dejé de estudiar violín y seguí tomando clases de guitarra y canto, pero no me encontraba. Hasta que empecé a tomar clases de armonía y arreglos con Juan “Pollo” Raffo, un gran maestro que estudió en Berklee College of Music. Sus clases fueron una gran inspiración y me hicieron empezar a encarar la múica desde otra perspectiva que no fuese la de un instrumentista. Por ello, audicioné para el ingreso a Berklee, una universidad de música muy prestigiosa en Boston, me dieron una muy buena beca y a fines del 2014, me mudé Estados Unidos.
¿Qué significa para una argentina triunfar en la meca del jazz?
Prefiero decir que estoy “floreciendo o creciendo en Nueva York”, más que triunfando. El nivel y la competencia que genera el hecho de que haya tantos músicos en un mismo lugar hace que crezcas muy rápido. Son tiempos veloces: constantemente pensás cómo mejorar y qué cosas nuevas hacer. Encontrar mi lugar, mis mentores y sobretodo dar con gente que admiro musicalmente es revelador.
Creo que lo mas importante para mi fue conocer a los músicos con los que hoy toco en mi octeto. El ensamble lo creé en 2018, porque en el mundo del jazz es frecuente juntarse con gente a improvisar y a tener sesiones, pero no lo es tanto tener un grupo funcionando, produciendo música original. Eso es algo demandante, pero que valía la pena. Hoy, liderar mi grupo es una de las facetas fundamentales en lo que quiero hacer con mi música.
¿Cuál ha sido la clave para lograrlo?
Creo que lo más importante es ponerse objetivos orientados a donde uno quiera llegar y también tratar de creer en lo que uno tiene para ofrecer, artísticamente hablando. No creo que yo lo tenga resuelto ni lo tenga tan claro, pero es lo que gente mucho más experimentada que yo me aconsejó. Por otra parte, creo que es importante tratar de responder a los estímulos que la ciudad te ofrece en todas las áreas.
¿Cómo se logra abrir camino siendo inmigrante en Estados Unidos?
Sentirse ajeno a una cultura que no sostiene exactamente los mismos valores que los nuestros, es un desafío. Estar lejos de la familia, amigos y de todo lo que conformaba mi identidad en Argentina, es difícil. Siendo extranjero en otro país, uno se reinventa todo el tiempo.
Por otra parte, es sabido que como inmigrantes hay que trabajar el doble. Pero a su vez es muy gratificante ver hacia atrás y darse cuenta de que el esfuerzo valió la pena. Creo que hay que ser muy consciente y tener los pies sobre la tierra, dejar de idealizar y saber muy bien qué buscamos, sobre todo en un país tan competitivo y vertiginoso como este. A su vez, al ser argentinos, creo que nuestra capacidad de supervivencia es muy alta y que tenemos las herramientas, mucho mas que otras culturas, para superar obstáculos.
¿Y triunfar siendo mujer?
Es importante fortalecer la seguridad en una misma, porque creo que por una cuestión cultural de patriarcado, en cierta manera a las mujeres se nos programa para ser inseguras. Me parece fundamental buscar apoyo en colegas músicos y en mentores o gente que uno admire y que tengan mucha experiencia. También saber escucharse y no guiarse tanto por el afuera. Creo que perdí muchos años de mi vida preocupándome por cosas que no tenían sentido, entonces ahora estoy tratando de hacer mi camino. También me parece que apoyar a otras artistas mujeres y trabajar con mujeres, es fundamental. Hay que derribar el mito de la competencia femenina.
¿Es machista el universo del jazz?
Si, mucho. Todavía hay muchos prejuicios. Por ejemplo, se asocia muchísimo a la mujer como cantante, como si fuera el único lugar que puede ocupar. Me pasó en clubes o jam sessions que me preguntaran si era la cantante del grupo o incluso la novia de algún músico. O también si mi música la había escrito el pianista. Es horrible y pasa todo el tiempo. Falta mucho todavía, más allá de que en el campo de la composición haya muchas mujeres fuertes, como por ejemplo María Schneider, una gran influencia.
¿Cómo le hiciste frente a eso para poder crecer en tu carrera?
Yo lo hice cuando mis pares, profesores, y gente del medio, empezaron a reconocerme y a apoyarme. De a poco estoy construyendo confianza en lo que puedo ofrecer.
¿Cómo ves la escena local del jazz? Comparada con el mundo.
En Argentina hay un montón de músicos increíbles que recontra admiro, mucha creatividad que se da ante lo difícil de las realidades Latinoamericanas. Muchas propuestas originales y únicas. Lo que sí noto y viví en carne propia, es la falta de apoyo institucional y de políticas culturales. A diferencia de lo que se cree, la música es una carrera súper difícil. Tenés que estudiar todos los días y necesitás un sostén, ya sea público o privado.
¿Qué importancia tienen los premios?
Los premios son un apoyo importante, sobretodo cuando son aportes monetarios que ayudan a los artistas, pero no hay que sobredimensionarlos tampoco. En definitiva, nunca se sabe que hay por dentro de una competencia, y ganar un montón de premios tampoco te hace mejor músico. Sobretodo, es importante resaltar que la música no es un deporte, es un arte. Entonces, hay que tomarlos por lo que son, agradecer si se gana, pero no enroscarse si se pierde. Lo único que importa es sentir que uno esta haciendo la mejor música que puede dar, y si eso es apoyado por algún premio, bienvenido sea.
¿Cómo sigue tu vida?
Estoy tratando de enfocarme y de pulir mi lado de guitarrista y cantante, siempre teniendo como referencia que ante nada, soy compositora. Pero estoy tratando de buscar más por ese lado. Cuando estaba en Berklee me concentré en escribir y en arreglar, escribiendo para diferentes tipos de ensambles, dejando de lado todo el camino que había tenido hasta ese entonces. Esa pausa me ayudó un montón, me hizo madurar. Pero ahora me interesa integrar mi lado compositivo con quién soy yo como instrumentista. También estoy explorando mi voz, después de muchos años sin cantar.
¿Qué te gustaría lograr además de todo lo que ya has logrado?
Muchas cosas. Quiero grabar un EP y más adelante, mi primer disco. Pero para eso, estoy concentrada en estudiar para poder dar lo mejor y sentirme cómoda con el material.