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Leonardo Sbaraglia. Todo Terreno.

A pesar de su notable experiencia en cine -casi cincuenta películas rodadas- la vida artística y profesional de Sbaraglia no se agota allí. Apasionado del canto, se dio el gusto de interpretar Provócame, el éxito noventoso de Chayanne, junto a Celeste Cid en los créditos finales de la película Aire Libre y desde hace un tiempo entona algunas canciones en el espectáculo El territorio del poder junto al guitarrista Fernando Tarrés. Vuelto a un lugar de atención privilegiado desde Relatos Salvajes, Leo no reniega de la popularidad y el contacto con el público, pero sí de la fama como forma de estrellato, enrolándose en esa tradición actoral de embarcarse en un proyecto sin importar su envergadura, ya sea una película de Hollywood con Robert de Niro o una mínima producción nacional filmada en la Patagonia, pasando por un espectáculo multidisciplinario en una sala independiente o la conducción del programa de televisión de las Abuelas de Plaza de Mayo.

¿Cómo fue tu acercamiento a la actuación?
Podríamos decir que profesionalmente fue hace casi treinta años, en el año 1986. Fue con la película La noche de los lápices, yo tenía quince años y cumplí dieciséis durante el rodaje. Pero antes había empezado a estudiar teatro a los once o doce años por vocación pura, porque tenía ganas.

¿O sea que fue una decisión tuya comenzar a estudiar teatro?
Claro, aunque es mucho más complejo de lo que siempre se supone, en el sentido en que uno toma una decisión por muchas razones. Pero en mi caso creo que tiene que ver con que fue una manera de canalizar algo que me pasaba y de encontrar un lugar. Así me fui metiendo, empecé a ir a las clases y me di cuenta de que era lo que más me gustaba, era el momento que yo más esperaba de la semana. ¿Viste que a veces uno se siente más cómodo con unos amigos que con otros? ¿Con ciertas actividades que otras? Bueno, a mí me pasaba que yo me sentía mucho más cómodo con las clases de teatro que en la escuela. Me sentía más libre.


¿Siempre tuviste la certeza de que eso era lo tuyo?
No, lo empecé haciendo como un juego. Al tiempo vino La noche de los lápices, después seguí en la escuela hasta terminar quinto año y ahí justo me eligen para hacer Clave de sol. Entonces de pronto me empezó a atravesar eso, comencé a trabajar y se fue profesionalizando todo. Pero es como que al mismo tiempo que voy creciendo cada vez más siento que es más una vocación que un trabajo. Lo que vas buscando en cada trabajo es volver a encontrarte otra vez con lo que te gusta, con esa vocación. Una búsqueda justamente que tiene que ver con experimentar cosas y con jugar, con divertirse y por supuesto seguir explorando. Obviamente eso está en relación con funcionar en relación a cada propuesta, a lo que el director le interesa, encontrarse con diferentes directores que tienen también una vocación y tratar de entrar en su proyecto, en los que ellos se imaginaban.

¿Para vos es importante estar en contacto con la gente, con la sociedad en general? Hay una intención tuya de no perder el contacto con el público.
Lo que pasa es que el cine es un poco una burbuja. Me pasó que cuando viví en España que conocí un poco a Almodóvar, y el tipo es muy genio, pero de pronto se fue construyendo un micromundo que lo fue alejando del resto de la gente. A mí, por suerte, no me pasa eso, al contrario, cada vez siento que me acerco más. Nadie te dice que tenés que entregarte a todo, que tenés que estar inmolado a la gente, no creo en eso. Yo creo que uno tiene que preservarse, preservar su intimidad, si estás comiendo con un bife en la boca, decís: “Che, no, mirá, sácame la foto en cinco minutos” o lo mismo si estás con tu hija, hay algo de eso que hay que respetar. Pero a mí me gusta mucho poder hablar con la gente, eso está buenísimo, soy agradecido de eso porque la gente se acerca con afecto y me parece que hay como un peligro, una advertencia de empezar a generar un micromundo, que es lo que me parece que les pasa a muchos. Creo que hay que luchar contra eso, sobre todo en no perder el contacto con la realidad de tu país, de tus amigos, de tu pareja, de tu hija.

A la hora de seleccionar qué trabajos hacer, ¿tenés un criterio?
Si, hay muchos criterios, que dependen de cada momento y de cada época. En este momento quizás por lo que te digo es un momento de muchas posibilidades de elección. Hay películas, guiones que vos lees y decís “¡esto lo hago!”. Salvo que el director me parezca un salame al cuadrado, pero es muy difícil que si el guión te guste tanto lo esté llevando a cabo un tipo que no te va a caer bien. Es fundamental que me parezca que ahí va a haber una buena peli, por supuesto que el personaje tiene que ser lindo, importante. Y también el hecho de formar parte de un equipo, ya que si vas a meterte en ese proyecto durante dos o tres meses, te tiene que gustar, porque después lo tenés que defender, defender actoralmente y frente al estreno, a la prensa, te tiene que gustar lo que hacés. Por ejemplo, ahora me llamaron para trabajar Caetano y Sorin, y yo no tengo dudas, por supuesto que los guiones me gustan, pero están muy determinados porque son directores muy importantes con los cuales yo quiero trabajar, tener una experiencia. O el caso de Choele, que es una película que se estrenó el 7 de mayo que es de Juan Sasiaín, de quien yo había visto su primera película (La Tigra, Chaco) y me había parecido excelente, entonces dije “con este pibe voy a laburar”. En general es una intuición que no falla, obvio que te podés equivocar pero por suerte hace bastante que no me equivoco. Puede salir diferente a lo que pensabas, pero en general los balances siempre son muy positivos de cada película.


Por: Rodrigo Araoz
Fotos: Rafa Delceggio

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