Eduardo Pla. Esta historia está ungida en los márgenes: en los del arte, en los de su propio tiempo, en los de la vida.
La historia del multifacético e híper activo artista visual argentino Eduardo Pla comprime la idea de una obra a contrapelo. Y es, quizás, la presencia omnisciente, esquiva, escondida del film Alicia en el país de las maravillas la que entroniza la idea de su obra más, digamos, misteriosa.
¿Qué le pasó? ¿Por qué no se vio tanto?
¿Dónde estuvo escondida todo este tiempo?
¿Es cierto que participó Charly García?
¿Es una película que hablaba con su época o con el futuro?
¿Tenían consciencia del peso específico de la psicodelia?
¿Qué rol jugó la censura? ¿Y cuál el olvido?
Que estuvo perdida, que nunca existió, que el mito siempre tiene algo de verdad y, al mismo tiempo, algo de sazón.
Pero, hoy, leyendas al margen, ahí está: enterita, mucho mejor que antes, a punto de ser reestrenada.
El mundo tendrá la posibilidad de ver, probablemente, a una de las gemas malditas del cine rockero argentino.
Y la punta de este ovillo llega hasta su sobrina, Celina Pla, quien recogió el guante de una historia –y de un material- que tuvo casi nula circulación y que, ahora, gracias a un dedicado trabajo de restauración, vuelve a rodar.
Bueno, a fines prácticos, “vuelve” es un decir: esta versión de Alicia en el país de las maravillas se vio poco, casi, casi nada.
Dueño de una vida libre y caprichosa, Pla tejió y destejió un tendal de obras experimentales acercándose a un poderoso nivel de lisergia.
Eduardo Pla vivió en Buenos Aires, en Italia y en Estados Unidos. Fue un ciudadano del mundo. Un artista del mundo.
Y la historia cuenta que, en plena dictadura militar, con veintipocos, juntó a un convoy de jóvenes, artistas y locos para filmar su visión de la obra maestra de Lewis Carroll.
Vamos de nuevo, por si hiciera falta: eran los ’70, eran jóvenes y la referencia era Alicia en el país de las maravillas. La bañera de ácido en la que se sumerge Astérix queda chiquita comparada con el chifle de su impronta.
Y, por ahí, la banda sonora de un jovencísimo Charly García, uno de los árboles más altos y frondosos del rock nacional.
Un Charly que, de tan pibe, todavía no era “Charly” si no que era, ¡ejém!, “Charlie”.
Eso pasó, ya lo notarán quienes divisen con atención los títulos y créditos.
Después de dos años de rodaje, el film se estrenó en plena Avenida Corrientes, en el Cine Premiere, en el año 1976, y tuvo algunas pocas pasadas en el Teatro Kraft, en 1977.
Hay crónicas de esa época: hay menciones a chanchadas, a excesos, a goce, a alguna persecución.
¿Y después? A un depósito, al baúl de los recuerdos, a estar pero no estar.
Ahora la ves, ahora no la ves.
No fue inconsciencia, fueron las ganas de seguir haciendo las que, muy probablemente, hayan llevado a Pla a dar vuelta la página y a seguir cocinando nuevas ideas.
Después de su periplo global, Pla volvió a Buenos Aires en 1995 para ofrecer una muestra en el prestigioso Palais de Glace.
Inclasificable, el artista digital siempre tuvo sobre su cuello la medalla de ser un outsider completo, un independiente, un tipo que disfrutó de los bordes.
Contemporáneo de la generación dorada del Instituto Di Tella, se corrió de los motes y preconceptos e hizo, hay que decirlo, lo que quiso.
La libertad nunca es dada: se gana. Y él, por caso, se la ganó.
¿Y Alicia? ¿Qué pasó con “su” versión de Alicia en el país de las maravillas?
“La película había quedado guardada en cajas, entre archivos y remitos. Fue muy prolijo, aunque apenas tenía 20 años”, dice Celina, su sobrina, uno de los motores de este comeback.
“Cuando falleció pensé: ‘¿qué hacemos con su legado?’”, sigue la joven gestora cultural.
Con ese envión, creó el Espacio Pla, dedicado a cuidar y promover sus obras, y se propuso reestrenar y poner a punto aquella “joya perdida” de su tío.
Para eso, contó con el apoyo y la indispensable colaboración de Mariano Echarri y de la productora PÓSTER.
“La conexión con Celina y la obra de Eduardo fue instintiva. Una conexión humana. Sentimos que había algo para explayar”, revuelve Echarri.
De esta manera, trabajaron en la restauración de Alicia en el país de las maravillas con una delicadeza especial: cuadro a cuadro, fotograma por fotograma.
Ahí, también, jugaron Ale Ruax y Lucía Lamboley, entre otros profesionales de la restauración y la post-producción.
Así las cosas, tras un año de trabajo, lograron gestar una copia en 4K, con sonido 5.1.
“Es una obra lisérgica, con mucho salvajismo”, suma Mariano.
Y cierra Celina: “La película me parece un flash, un delirio”.
Alicia en el país de las maravillas, de Eduardo Pla, se verá en el Centro Cultural San Martín los días 15, 16 y 18 de junio. Y, más tarde, seguirá su periplo por salas, centros culturales y, tal vez, festivales de cine.