El pasado 21 de junio se celebró el Día internacional del Yoga, definido así por las Naciones Unidas desde el 2014. Y aunque fue en los últimos años que empezó a popularizarse en Occidente, se trata de una disciplina oriental milenaria. Quizás finalmente el ser humano empezó a concientizar sobre la profundidad del ser y su existencia, más allá del plano material que tanto caracteriza a nuestra sociedad.
De acuerdo a la filosofía del yoga, nos encontramos conformados por 5 capas o envolturas, que van desde lo más externo, hacia lo más sutil, hasta llegar al centro real del ser. A través de la práctica se puede equilibrar y atravesar cada uno de estos planos, hasta lograr conectar con la esencia. Es por esta razón que habitualmente se dice que el yoga trabaja sobre el cuerpo, la mente y el espíritu. Al ser tan abarcativo, los beneficios que puede generar son innumerables.
Por ejemplo, a partir del primer mes de práctica constante, se pueden comenzar a evidenciar las mejoras en el plano físico:
- Aumenta la disponibilidad corporal mediante la estimulación de la flexibilidad y el movimiento.
- Expande la capacidad respiratoria, disminuyendo notablemente el stress y la ansiedad.
- Fortalece la columna, mejorando la postura y evitando las contracturas.
- Mejora la calidad del sueño.
Mejoras que desencadenan en una especie de efecto cascada y, de esta forma, comienza a aparecer una sensación de bienestar general; se recupera la confianza y la conexión con el cuerpo; se fortalece el control y conocimiento de los sentidos; estimula el flujo de la energía vital o prana; colabora en la gestión de las emociones, brindando mayor estabilidad; y aquieta los pensamientos, clarificando y reseteando la mente.
El yoga invita a descubrir nuestro potencial en todos los niveles de la consciencia humana: física, psicológica y espiritual, a partir de la observación, contemplación y reconexión con nosotros mismos.
Por Pía León, instructora de Yoga, +200 YAI WYF
@enyoguizada