La pandemia puso patas para arriba a la industria del espectáculo obligando a migrar todas las propuestas a la virtualidad. Para muchos no ha sido tan fácil. Otros, como Agustín o Rada, -como se lo conoce-, es de los afortunados que supo encontrarle la vuelta al aislamiento y estrenó dos propuestas. Por un lado, la tercera temporada de Radahouse que se emite por Flow. Además, es uno de los protagonistas de En casa-miento, una experiencia teatral por streaming en vivo con dramaturgia y dirección de Nacho De Santis y Sebastián Suñé, que se trasmite todos los sábados a la noche con elenco rotativo. Agustín y su pareja en la vida real, Fernanda Metilli, son parte de este elenco que también integran Carola Reyna y Boy Olmi, Diego Gentile y Javier Marra; Tamara Garzón, Gustavo Pardi y Gustavo Garzón, Berenice Gandullo y Esteban Masturini. «El ciclo son cinco obras que se conectan unas con otras, pero lo bueno es que también se pueden ver de forma individual. Son historias independientes que se unen en esta saga», contaba el artista.
Los motivos lo sabemos, pero ¿cómo se adapta toda la estructura de una obra a esta nueva modalidad?
Tuve la fortuna de estrenar dos cosas totalmente diferentes y en cuarentena: por un lado la Temporada III de Radahouse, y la obra teatral «En casa-Miento». Además de migrar y adaptar al universo de lo virtual todo mi trabajo para empresas y privados, desde workshops, charlas, conducciones y shows. A Radahouse tuvimos que darle una vuelta de tuerca de 180 grados. Modificamos la estructura, la forma de contarlo, la forma de producirlo y la forma de contarlo lo que condicionó absolutamente nuestro calendario de filmación y lo volvió mucho más flexible y casi te diría acorde a nuestro día a día en cuarentena. A pesar de tener deadlines y fechas de entregas que cumplimos, pudimos -gracias a esta forma de producir en casa- hacerlo en un ritmo que en lo personal me resultó mucho más genuino con mis tiempos internos de creación y realización.
¿Qué desafíos implica en términos creativos? ¿Y técnicos?
A nivel producción tanto en la obra teatral como en Radahouse creo que el mayor desafío es la organización con el equipo remoto, que está dando la guía y el asesoramiento y la estructura desde afuera. Creo que el aspecto organizativo es más complejo en forma virtual.
Desde el punto de vista técnico también, ya como talento, no tener el feedback del público es creo, lo más difícil. Porque es el pulso, el sensor interno que mueve las decisiones que se toman en el momento del delivery. En este sentido, al principio lo sentía como algo muy bizarro y absurdo, y luego fui encontrando cada vez más un ritmo interno que ya no se alimenta tanto de lo externo, pero que igual fluye con su propio norte.
¿Cómo se trabaja para que el vínculo con el público sea lo más parecido a lo presencial?
En este sentido creo que yo nunca hice el esfuerzo de intentar que el contacto con el público se parezca al presencial, no al menos desde mi lado. Más bien mi estrategia fue abrazar ese salto a una pileta vacía, y ver cómo construir desde ese silencio, desde esa especie de soledad.
Y sí, procurando mantener la cercanía con el público en el modo. No ser distante, generar un clima intimista. Esto creo es una gran ventaja de venir trabajando mucho en redes sociales.
¿Cuál es el valor agregado que aporta una puesta en escena “virtual”?
El valor agregado de una puesta virtual es que ambas partes (tanto el artista como el público) están en su lugar. Este lugar donde acontece el cotidiano. Es parecido a lo que sucede con los vivos en redes sociales. Nos permite meternos un poquito en las casas de las personas que nos ven en muy diversas circunstancias. Esto suma algunas muchas distracciones -tanto al artista como al público- pero que le da a la experiencia una autenticidad muy reveladora.
¿Qué aprendizaje deja esta «nueva normalidad» en términos creativos y culturales?
En mi experiencia personal esta nueva normalidad me ha hecho valorar y sentirme muy orgulloso de tres características de mi carrera que me he esforzado en cultivar: la versatilidad o ductilidad, la resiliencia y la capacidad de reinventarme sin miedo a las opiniones del afuera. Creo que en tiempos de crisis estas virtudes son muy valiosas, porque te permiten no volverse uno mismo su propio enemigo. No quedarnos encerrados en nuestras creencias limitantes, y no tener miedo a probar cosas que aunque puedan fallar, seguro nos dejarán algún aprendizaje.